Homilía para la fiesta de la Ascensión del Señor - Año A - Mt. 28:16-20
 
 
por
 
el Canónigo Dr. Daniel Meynen
 
 
 
" Los once discípulos partieron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Y cuando vieron a Jesús, se prosternaron ante él, aunque algunos todavía dudaban. Jesús se les acercó y les habló así: «Me ha sido dada toda la autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todas las naciones sean mis discípulos, bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñenles a ellos a cumplir todo los que les he encomendado a ustedes. Y yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin de la Historia.» "
 
 
 
Homilía:
 
 
" Los once discípulos partieron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Y cuando vieron a Jesús, se prosternaron ante él, aunque algunos todavía dudaban.» "
 
Cada año, la Iglesia nos propone una lectura del evangelio diferente, para el día de la Ascensión del Señor al Cielo. Hoy, la lectura consiste en las ultimas palabras dichas por Jesús, y relatadas hacia nosotros en el Evangelio de San Mateo. Pero cada año, en esta festividad, nosotros leemos siempre la misma lectura de los Hechos de los Apostoles, escritos por San Lucas, en donde claramente es descrito, el ultimo momento que Jesús pasó en la tierra: "Mientras ellos miraban, él fue levantado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista." (Hechos 1:9)
 
La lectura de San Mateo, no nos describe la Ascensión del Señor al Cielo: solamente nos relata la ultima aparición de Jesús a sus discípulos. Sin embargo, las palabras del Señor, que son relatadas aquí por San Mateo, son muy significativas y tienen una fuerte conexión con el Misterio de hoy. De hecho, desde el momento que Jesús deja la tierra, los ángeles aparecieron a sus discípulos y les dijeron: "Hombres de Galilea, que hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús que les han llevado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo." (Hechos 1:11)
 
Observemos, las dos conexiones que existen entre estos dos pasajes de la Escritura: Galileo, y el fin del mundo. En los Hechos de los Apostoles, los discípulos son llamados: "Hombres de Galilea." Pero, Jesús había pedido a sus once discípulos que se encontraran en una especifica montaña: "Los once discípulos partieron a Galilea hacia la montaña que Jesús les había indicado." (Mt. 28:16) Galilea de hecho, se liga directamente con la Resurrección de Cristo, que, sin embargo, sucedió en Judea; así, en la mañana de Pascua, un ángel les dijo a las mujeres quien había acometido a la tumba para honrar el cuerpo de Cristo: "No os asustéis: buscáis á Jesús Nazareno, el que fué crucificado; resucitado há, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron.  Mas id, decid á sus discípulos y á Pedro, que él va antes que vosotros á Galilea: allí le veréis, como os dijo." (Mc. 16:6-7)
 
El regreso del Señor, al final de los tiempos, estaba misteriosamente anunciada por los ángeles desde el preciso instante de que Jesús dejo la tierra, en la cual estuvo por 33 años. "Este Jesús que les han llevado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo." Y Jesús, en las palabras escritas por San Mateo, anuncia una presencia misteriosa en la tierra, su presencia, hasta que él regrese al tiempo de la resurrección final: "Y yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin de la Historia." ¡Hay por lo tanto dos conexiones entre estos dos pasajes de la Escritura, que están precisamente, para ayudarnos a entender un poco mejor el Misterio de hoy, la Ascensión del Señor al Cielo!
 
" «Me ha sido dada toda la autoridad en el Cielo y en la tierra.» "
 
Estas palabras del Señor: "Me ha sido dada toda la autoridad en el Cielo y en la tierra", son verdaderas, pero no fueron satisfechas durante la vida terrena de Jesús. Por lo contrario, por 30 años, el Señor estuvo bajo la autoridad de su familia: "Él fue obediente con ellos." (Lc. 2:51) Entonces Jesús, paso cerca de tres años sirviendo a la muchedumbre en total obscuridad, siempre huyendo de la gloria y de los honores que deseaban darle a el: "Jesús se dio cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo Rey, y nuevamente huye al monte el solo." (Jn. 6:15) No hay necesidad de hablar sobre la ignomia de la Pasión que él tuvo que experimentar, así como él dijo: "Mi reino no es de esta mundo." (Jn. 18:36)
 
Era solamente, por lo tanto, a partir del tiempo que él entro en el cielo, el misterio que conmemoramos este día, que Jesús recibió de su Padre "toda la autoridad en el cielo y en la tierra." En este día tan significativo, Jesús fue proclamado Rey del Universo, Señor de Señores, el Maestro del cielo y de la tierra! Pero en ese día, aunque Jesús se hizo el Rey del cielo y de la tierra, lleno de gloria y majestad, estaba solo de una manera espiritual, para quienes lo reconocieron, tales fueron los ángeles y las almas de los santos del cielo! Pero, esto no es suficiente para Cristo, quien es verdadero Dios y verdadero Hombre, es decir que realmente pertenece al orden de las criaturas espirituales como al orden de las criaturas corporales. Por lo tanto, porque él es un verdadero Hombre, el debe recibir la gloria y el honor de su reino de una manera corporal y material, visible en todas partes por todos!
 
Esto es el porque los textos de la liturgia de hoy hablan de Galilea y del fin del mundo. De hecho, en esa montaña de Galilea, el cuerpo de Jesús fue glorificado con su alma. En monte Tabor, Cristo se transfiguro, por adelantado, ante sus discípulos: "Su cara se ilumino como el sol, y sus ropas se volvieron blancas como la luz." (Mt. 17:2) Y el único y verdadero evento, cuando todos los hombres y mujeres de la tierra vieran universalmente la Gloria de su Señor y Maestro, es la época del final, cuando el Señor regrese de la misma manera en que él fue al cielo en el día de su Ascensión: "Pues así como refulge el relámpago desde el oriente e inflama el cielo hasta el poniente, así será la venida del Hijo del hombre." (Mt. 24:27)
 
Celebremos con alegría este gran Misterio de la Ascensión del Señor al cielo, porque la gloria de Cristo será también para nosotros, por la eternidad. De antemano, a través del sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, Jesús puede darnos la gloria sin fin: preguntémosle a el con confianza por la intercessión de su Santísima Madre, María, Madre de Dios y de la Iglesia!