Homilía para la
fiesta del Santísimo Sacramento - Año C - Lc. 9:11-17
por el
Canónigo Dr. Daniel Meynen
" Y como lo entendieron las
gentes, le siguieron; y él las recibió, y les hablaba del
reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de cura. Y el
día había comenzado a declinar; y llegándose los
doce, le dijeron: «Despide a las gentes, para que yendo a las
aldeas y heredades de alrededor, procedan a alojarse y hallen viandas;
porque aquí estamos en lugar desierto.» Y les dice:
«Dadles vosotros de comer.» Y dijeron ellos: «No
tenemos más que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros
a comprar viandas para toda esta compañía.» Y eran
como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
«Hacedlos sentar en ranchos, de cincuenta en cincuenta.» Y
así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos. Y tomando
los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y
partió, y dió a sus discípulos para que pusiesen
delante de las gentes. Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo
que les sobró, doce cestos de pedazos. "
Homilía:
" Y como lo entendieron las
gentes, le siguieron; y él las recibió, y les hablaba del
reino de Dios. "
Hoy festejamos el
Santísimo Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. La Iglesia,
de hecho, celebra de manera fastuosa y amplia esta fiesta dedicada al
Sacramento de la Eucaristía, que llamamos Santo, y
también Santísimo, ya que es el signo de la presencia
real del Señor Jesús, el Santo de los Santos, ¡el
único Santo! Aunque el Sacramento de la Eucaristía fue
instituido por el Señor durante la cena pascual, la
víspera de su Pasión; esta fiesta se celebra el
día de hoy, en primer lugar porque el tiempo de Semana Santa
requiere más simplicidad y devoción en las celebraciones,
y en segundo lugar porque el Señor mismo así lo
pidió mediante una santa religiosa belga: Santa Julienne de
Mont-Cornillon. Esta religiosa se encuentra al origen de la fiesta del
Santísimo Sacramento, o Fiesta de Dios, celebrada por primera
vez en 1247 en Liège, Bélgica. En el 1264, el Papa Urbano
IV, que había sido archidiácono de Liège,
extendió la celebración de la Fiesta de Dios a la Iglesia
universal.
¡Dios vela por su
Providencia! Para que el Sacramento del Cuerpo y Sangre de su Hijo sea
dignamente honrado en toda la tierra, Dios no dudó pedir el
servicio de una simple religiosa, cuya vida fue colmada de pruebas de
todo tipo y, ante todo, ¡de gracias innumerables! ¡Dios
emplea medios pobres e irrisorios para hacer resplandecer su gloria y
manifestar a los hombres de este mundo su inmenso Amor! La Providencia
de Dios nunca es estrepitosa: ella recurre a un medio simple, casi
insignificante, ¡pero lleva al hombre a cumplir prodigios por la
Gloria de Dios! Así también es el Sacramento de la
Eucaristía: cada día por Dios creado, he allí un
sacerdote para repetir, entre ustedes y el altar del Señor, las
palabras con las cuales Jesús se hace presente en los signos de
pan y vino, que la Providencia Divina misma nos pone en las manos...
" Y les hablaba del reino
de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de cura. Y el
día había comenzado a declinar; y llegándose los
doce, le dijeron: «Despide a las gentes, para que yendo a las
aldeas y heredades de alrededor, procedan a alojarse y hallen viandas;
porque aquí estamos en lugar desierto.» "
Cae la noche, la gente
está allí para escuchar a Jesús hablar del Reino
de Dios. Los Apóstoles vienen a Jesús a pedirle que ya
concluya su discurso y despida a la gente para que ellos puedan ir a
comprar algo que comer. Al leer este relato, parece extraño que
nadie en la multitud haya manifestado la misma intención.
¿Quizás lo hicieron? De todos modos, San Lucas no dice
nada al respecto. Sin embargo, todo esto tiene su razón:
Jesús quiere mostrarnos que su Palabra cautiva verdaderamente a
los espíritus, ¡que solo su Palabra divina cuenta ante los
ojos de aquellos que desean entrar algún día, a toda
costa, al Reino de Dios! ¿A lo mejor Jesús quiso dar a
sus Apóstoles otra lección? ¡Ellos parecían
preocuparse demasiado de las cosas temporales! De cualquier forma, es
normal: el Maestro está allí para enseñar y para
dar a sus discípulos todas las lecciones que ellos necesiten.
¡La lección de hoy lleva a confiar en la Divina
Providencia!
" Y les dice: «Dadles
vosotros de comer.» Y dijeron ellos: «No tenemos más
que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros a comprar viandas
para toda esta compañía.» Y eran como cinco mil
hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Hacedlos sentar
en ranchos, de cincuenta en cincuenta.» Y así lo hicieron,
haciéndolos sentar a todos. "
En verdad, Jesús les
quiere dar una pequeña lección a sus discípulos.
El les dice: "Dadles vosotros de comer." Los discípulos no
podrían sustraerse a tal orden del Señor: ¡su deber
es obedecer a los mandamientos del Maestro! Entonces, buscaron entre la
multitud (cf. Mc. 6:38) y encontraron a alguien que tenía cinco
panes y dos pescados. Sin embargo, no era para nada suficiente. Todo
esto muestra bien que los Apóstoles, discípulos del
Señor elegidos por Cristo para continuar su Misión en la
tierra, no deben inquietarse en primer lugar por las necesidades
temporales: estas deben permanecer en segundo plano. ¡Lo que
importa es la Palabra de Dios! "Dadles vosotros de comer" es decir,
"Dad a mi Pueblo la Palabra de Dios, la Palabra de Vida eterna;
¡Dadle el Pan de Vida, que es mi Cuerpo!" Eso es lo que hicieron
los Apóstoles muy bien después de haber recibido el
Espíritu Santo en el día de Pentecostés, porque
decidieron rápidamente la institución de los
diáconos para el servicio de las mesas: "Así que, los
doce convocaron la multitud de los discípulos, y dijeron: No es
justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, y sirvamos a las mesas.
Buscad pues, hermanos, siete varones de vosotros de buen testimonio,
llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales
pongamos en esta obra. Y nosotros persistiremos en la oración, y
en el ministerio de la palabra." (Hechos 6:2-4)
" Y tomando los cinco panes
y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y
dió a sus discípulos para que pusiesen delante de las
gentes. Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo que les
sobró, doce cestos de pedazos. "
Lleno de compasión y
de bondad por aquella multitud admirable, llena de fe y de esperanza en
la Vida eterna que les vino a anunciar, Jesús alza los ojos al
cielo y bendice los panes y los dos pescados. Volteando los ojos hacia
el Padre, Jesús ve ya a todos aquellos que, un día,
estarán a su lado en el Reino y reza por ellos. Es en este
espíritu que el Señor multiplica los panes y los
pescados, bendiciéndolos... Todos comerán hasta saciarse,
y los trozos que quedarán bastarán para llenar doce
canastas. ¡Una canasta por cada apóstol! Como si
Jesús dijera a sus discípulos: "¡No tengan miedo!
¡Yo velo! ¡La Providencia está con ustedes! Cumplan
con fidelidad su misión - que es mi misión - y
proveeré a todas sus necesidades!"
¡Recibamos todos en
este día el Pan de Vida! Seamos todos Apóstoles de
Jesucristo! ¡Proclamemos el Reino de Dios y confiemos nuestra
vida y todos los nuestros a la Providencia de Dios! ¡Dios vela
sobre nosotros como un Padre! Más aún, el vela sobre
nosotros como una Madre, porque fue Él quien nos dio la Madre de
su Hijo Jesús: María es nuestra Madre Celestial!
¡Pidámosle de velar también sobre nosotros y de
darnos en este día la Vida eterna que está en su Hijo
Jesús, con ese pequeño exceso que solo una Madre puede
guardar en su corazón, para el placer de sus hijos!
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